"Los hombres son seres que se curan, guardan de sí mismos, que generan, vivan donde vivan, un espacio parquizado en torno a sí mismos. En parques urbanos, parques nacionales, parques cantonales, parques ecológicos, en todos lados deben los hombres formarse una opinión sobre cómo debe ser regulada su conducta consigo mismos." Peter Sloterdijk, Reglas para el Parque Humano.

martes, 26 de enero de 2010

Una función cultural del alcohol.

Mauricio García en una publicación de la revista Persona y Sociedad (2001) nos señala uno de los usos que la cultura asigna al consumo de bebidas alcohólicas, ofreciendo una tentativa de comprensión desde la etnografía y la antropología estructural. El artículo trata de la enfermedad del susto causada por el encuentro con un espíritu femenino llamado la Fantasma, una mujer vieja que casi siempre se la ve de espaldas por la noche, vistiendo una túnica negra que le llega hasta los tobillos. "Pero si tiene la mala suerte de verle su rostro entonces el sujeto queda asustado" (García, 2001, p. 64) El rostro de esta mujer es horrible y quien lo vea queda asustado o "tomado" por su mirada. De ahí en más la persona pierde la fuerza vital, incluso el alma, sobreviniendo parálisis transitorias, mutismo e impotencia sexual.

La terapéutica para hacer frente a este malestar consiste en beber vino, pisco o agua ardiente, única "contra" para este espíritu. Un número reducido se convierten en alcohólicos pero la mayoría queda en el estadio de bebedores excesivos, "pero lo importante es que para estos pacientes el beber es la forma de curarse"(García, 2001. p. 65) El discurso cultural, dice García (2001), explota la ambiguedad de la palabra 'curarse' que significa simultáneamente sanarse y emborracharse. Esta palabra y los dos discursos en los que ella se articula, anuda la esfera de la salud con la esfera de la ebriedad, es más García (2001) discurre diciendo que a lo mejor es por eso que al brindar decimos '¡salud!'.

El espacio del bar en Chile llama mucho la atención porque está dispuesto de tal forma que las mesas, al parecer desparramadas, funcionan en realidad como núcleos confesionales, donde se habla despacito y a media luz. El tiempo no es cuantitativo puesto no se mide en horas, sino que más bien es cualitativo en tanto se mide en botellas, devolviendo el control del mismo a los propios sujetos que le imprimen su ritmo. Además, dada la asecendiente rural de quienes frecuentan estos espacios, tienden a recrear en el bar las coordenadas una cultura marcadamente religiosa. (García, 2001)

Persona y Sociedad, volumen XV, Nº3 Diciembre de 2001. Representaciones culturales del sufrimiento en la cultura popular chilena: el caso de la enfermedad del susto. Mauricio García.

0 comentarios: